¿A quién sirven las instituciones internacionales?

¿Ayuda o daña a la democracia el poder que ejercen instituciones como la ONU y los organismos que la integran? El peligro está en que usen el nivel internacional para destruir desde las alturas la soberanía de las naciones y sustituirla por una dictadura mundial.

Suele pensarse que en las organizaciones internacionales están los mejores de cada país y que para llegar a ostentar un alto cargo en cualquiera de ellas hay que valer mucho más que para destacar en el ámbito nacional.  Pero a los altos cargos, muy bien pagados, de esas instituciones no llegan los mejores, sino los más obedientes, los que acatan las órdenes que les dan sin rechistar. Y desde esas instituciones, en apariencia tan refinadas y civilizadas, manejan la política y la economía de las naciones personas no elegidas por los ciudadanos, que son los que pagan.  Desde lo alto de la jerarquía de poder desempeñan un papel muy parecido al de los reyes y emperadores de antes, que se mantenían a distancia y a los que el pueblo veneraba creyendo que podía fiarse de ellos porque los habían puesto allí los dioses.

En estos tiempos en que los globalistas quieren apoderarse de todo y dejar a la mayoría sin nada, habría que reconocer que todas esas instituciones de las alturas rara vez son imparciales y que sirven casi siempre a los intereses de los que tienen más dinero y poder.  La imposición antidemocrática de la  Agenda 2030 de la ONU llevará, si no se le pone remedio, a un mundo en el que sólo los muy ricos podrán viajar cuanto quieran. Lo harán en autos y aviones de lujo y no tendrán que rozarse con la gente corriente, que estará encerrada para que no moleste. En nombre del bien y de la virtud se conseguirá que se acepte, y hasta se celebre como un gran adelanto, que el Estado dé una paga mínima sin tener que trabajar. Asi la gente se acostumbrará a que no haya trabajo y a depender para todo de los que manden. La paga será cada vez menor y llegará el momento en que desaparecerá y habrá esclavitud masiva. La mayoría sufrirá hambre y frío y no tendrá manera alguna de defenderse, porque, en nombre de los derechos humanos, le habrán arrebatado todos. Las mujeres estarán condenadas al encierro o a salir tapadas con velos y llevando mascarilla para que no emitan gases tóxicos, como el ganado. Y a los hombres, sobre todo si son blancos y tienen por ello masculinidad tóxica, no les irá mejor. Les espera una vida de humillación, servidumbre y miseria. 

Se supone que en la democracia el ciudadano puede elegir entre varias posibilidades y que la tarea de los políticos es analizarlas y exponerlas, pero el ciudadano de ahora no elige nada y todo se le impone. Paga por todo y no manda en nada. La soberanía nacional casi ha desaparecido y el dominio está cada vez más en manos de gentes que no son elegidas de forma democrática. Y las instituciones internacionales actúan con un poder desmesurado y socavan los derechos del ciudadano con la imposición de ídolos que exigen sacrificios humanos. La adoración al planeta y los mandamientos de sostenibilidad, inclusividad e igualdad sirven para deshumanizar y someter a la mayoría al dominio de una minoría omipotente. 

Lo único que puede evitar que el gobierno de las naciones y del mundo entero esté en manos de tontos y locos es la democracia. Y, para que pueda haberla, es esencial que se cultive la libertad de expresión,  el debate de ideas y el rendimiento de cuentas. Lo que ocurrió en la pandemia del covid es un avance de lo que se quiere hacer para destruir el bienestar de las naciones y que, en vez de libertad y democracia, haya tiranía y atraso. En nombre de la ciencia se acalló a los científicos que no decian lo que querían los que mandaban y se instaló un sistema de censura y persecución de la verdad propio de la Inquisición. Los políticos, en lugar de reaccionar con serenidad, actuaron como borregos y copiaron las  crueles e infundadas medidas de uno de los países con gobierno menos democrático del mundo. Ébrios de poder y sintiéndose como caudillos capaces de someter a las poblaciones de los países, destrozaron la economía, la salud física y mental de los ciudadanos y el futuro de las naciones que gobernaban. Infundieron miedo y usaron técnicas de desorientación y chantaje emocional para debilitar a la gente, encerrarla y privarla de los derechos más fundamentales. Y ese sometimiento inigualado de la población, mayor aún que el que se consigue con las guerras, estuvo dirigido por un organismo internacional, la organización de las Naciones Unidas a cargo de la salud.  

Se quiere ahora que las naciones dejen en manos de esa organización internacional todo lo relacionado con la salud. Pero son muchos y muy grandes los intereses y negocios vinculados a la salud y serán esos intereses y el dinero que manejen los que predominarán y no el bienestar y los derechos de las ciudadanos.  

Leave a comment

Design a site like this with WordPress.com
Get started