El papanatismo español

Los españoles saben en el fondo, aunque prefieran olvidarlo para no amargarse la vida, que el país no funciona como debiera y que eso no es de ahora, sino de hace mucho tiempo. Pero también creen que la culpa es de ellos y que España nunca va cambiar, y en eso se equivocan. Sería bueno mirar si hay algo en la historia que explique las razones del miedo que llevan dentro y los hace desconfiar de sí mismos y preferir que otros los manejen como vienen haciendo desde hace varios siglos.

España era un país tan próspero y adelantado como los que más antes de los reyes católicos y la Inquisición, aunque es muy probable que los árabes dejasen como huella la predisposición a no entenderse los unos con los otros y quizá alguna otra que convendría estudiar y corregir. Pero lo que ocurrió en el reinado de los reyes católicos, gracias a la potentísima alianza entre la Corona y la Iglesia que se instituyó entonces, convirtió aquel país, que comerciaba con destreza y estaba en el mundo con empuje y valentía, en un lugar en el que se destruyó toda posibilidad de que hubiera trabajo para lograr sometimiento e impotencia. Es fácil someter y encerrar a los habitantes de los países infundiendo miedo, haciendo llamamientos a la lucha heroica contra el enemigo  y enturbiando la mente con sentimientos y emociones de mala calidad. Es lo que se hace en las guerras y es lo que se hizo en aquellos tiempos para montar un sistema dirigido a que vivieran muy bien las órdenes religiosas y unas cuantas familias que no producían ni hacían nada, y que nadie pudiera rebelarse. La mayoría cayó en la pobreza y tuvo que buscarse la vida como pudo, y así surgió la picaresca. En muy poco tiempo el campo quedó arrasado, a los pujantes puertos del norte no se les permitió seguir funcionando y el país quedó en manos de ladrones y sádicos que, en nombre de la fe que decían defender, se dedicaron con ahínco a perseguir, robar, torturar y matar. Toda España quedó asolada y la Inquisición, por los métodos que usó y lo mucho que duró, afectó al espíritu y al juicio de la nación, que, a partir de ahí, empezó a no entender la realidad y a verlo todo como quería que fuese y no como era de verdad. La España ilusa, desanimada y viciada perdió la capacidad para el aprecio, de sí misma y de los demás.

Para estar entre los buenos y no acabar en un calabozo de la Inquisición o en la hoguera era esencial no trabajar y, por tanto, vivir del cuento.  Con el paso de los años España fue quedando también ahogada bajo el peso  de una burocracia que crecía cada vez más porque era el único empleo permisible en un país en el que trabajar era pecado.  A los pocos que trabajaban de verdad se les acribillaba a impuestos: tenían que sostener todo el aparato estatal y religioso y todos los empleos de por vida de los funcionarios del Estado, cuya aspiración era trabajar lo menos posible porque no tenían ningún interés en lo que hacían y porque tomarse el trabajo en serio era cosa de protestantes y herejes y los hubiera puesto en peligro.

La España dueña  de medio mundo no supo aprovechar las oportunidades que le ofrecían el imperio europeo y el americano, gastó todo el dinero que venía de fuera en defender un catolicismo que habría estado mejor defendido sin las juergas de los autos de fe y las humillaciones, torturas y matanzas públicas dirigidas por la Inquisición, y no se ocupó de producir ni de comerciar como  hicieron los demás países europeos que tuvieron imperios.  El desprecio al comercio, que era para mercachifles, judíos y moros,  y al ¨cochino dinero¨, que se podía gastar pero no hacer, y el que estuviera premiado dedicarse al latrocinio y castigado ganarse la vida con el trabajo, hizo que la ensombrecida España, en lugar de enriquecerse, abrir la mente y llevar la delantera cuando podría haberlo hecho, quedara cada vez más empobrecida, rezagada y aislada.

España fue quedando al margen de todo lo que ocurría en el exterior. Cuando hubiera podido y debido convertirse en potencia naval no lo hizo, llegado el momento de industrializarse tampoco lo hizo, los demás vieron su creciente falta de entendimiento y capacidad, y se convirtió en la risa del mundo, un país que se dejaba robar y mangonear porque sabía discursear como don Quijote pero no era capaz de hacer nada  y esperaba, como don Quijote también, que los demás pagaran, la mantuvieran y la admiraran. Con el tiempo, tal fue el desánimo y la falta de confianza en sí misma que le entró que empezó a ver todo lo de fuera como algo que había que adoptar sin pensar, como si viniera del cielo o estuviese dictado por los dioses y fuera pecado analizarlo, y así surgió el papanatismo que le hace creer que la salvación está en imitar y someterse al imperio de cada momento.

Los españoles tendrían que cultivar la finura de espíritu y la aguda inteligencia que poseen y que la Inquisición ahogó decretando que  el saber, el estudio y el trabajo eran pecado, y aprender a independizarse y organizarse en vez de dejar que los demás les den de comer y piensen y decidan por ellos.

Leave a comment

Design a site like this with WordPress.com
Get started