¿Cree la Iglesia católica que la mujer es inferior al hombre?

La forma en que se practicaron todas las religiones influyó inmensamente en que la mitad de la humanidad, que son las mujeres, fuese considerada inferior a la otra mitad. Las interpretaciones que se hicieron de las creencias religiosas  ofrecieron el fundamento sobrenatural para el sistema de jerarquía y superioridad e inferioridad innatas que se impuso en todas las sociedades, porque sirvieron para dictar lo que estaba bien y lo que estaba mal y decidieron que las mujeres ¨estaban mal¨.

Resulta curioso que en países en los que se impuso, hasta por ley, la igualdad de la mujer y se persigue en principio la discriminación contra ella, se permita que la Iglesia católica, por ejemplo, siga practicando la desigualdad más notoria entre el hombre y la mujer y prohíba que las mujeres sean sacerdotes y que los sacerdotes se casen. Y resulta más curioso aún que los movimientos feministas se muestren indiferentes a esa mentalidad y práctica que rebaja la dignidad y categoría de la mujer y la hace aparecer indigna de actuar en nombre del cristianismo. La iglesia católica es una reserva de los hombres, y habría que preguntar en qué se basa para serlo.

¿Siguen pensando las autoridades eclesiásticas que las mujeres son sucias o que fueron creadas inferiores porque nacieron de una costilla de Adán? La única base que puedan tener para esas ideas tiene que estar en la historia de la Creación que se encuentra en el primer libro de la Bíblia, el Génesis, o en los Evangelios. Y, aún suponiendo que ese relato de la Creación describa lo que en verdad sucedió, las interpretaciones que transmitieron las iglesias cristianas tergiversan hasta tal punto lo que en él se dice que hacen pensar si es que los estudiosos eclesiásticos no supieron nunca leer. Vieron, porque quisieron verlo y no porque estuviese allí, en ese relato de la creación del universo y del ser humano un imperio de lo masculino del que no hay ningún indicio.

Todo empieza ya por la falsedad de haber transmitido la imagen de un dios masculino. No hay nada que lleve a pensar que ese dios sea masculino, salvo la forma en que lo pintaron como patriarca iracundo y cruel para adaptarlo al sistema y ponerlo de modelo de dictador caprichoso y arbitrario. El dios Elohim del relato de la Creación tiene que ser masculino y femenino a la vez porque, en palabras de la Bíblia,  crea al ser humano a su imagen y semejanza  y lo crea varón y varona. Y el que crease a la mujer después del varón y usando como material una costilla de este no demuestra que el nacimiento de la mujer sea de menos categoría y que fuese hecha para servir al varón, sino todo lo contrario. En el relato del Génesis hay una clara secuencia de lo creado que va de inferior a superior y la mujer es la culminación, la obra más perfecta de toda la Creación, más aún porque porque ni siquiera nace del polvo o barro del suelo, como el varón, sino de una parte noble del cuerpo humano.

¿Hay algo en los Evangelios que apoye o justifique que las mujeres no puedan ser sacerdotes y que los sacerdotes tengan que ser célibes? La única base que podrían haber encontrado las iglesias cristianas para dejar fuera del sacerdocio a las mujeres sería el hecho de que Cristo y sus apóstoles fueron varones. Los cristianos creen que Cristo era hijo de Dios. Ese Dios podría haberse hecho humano como mujer y no como hombre, pero como mujer no hubiese podido hacer lo que se proponía porque la sociedad no lo habría permitido. Lo que parece haber querido Cristo en aquella su primera venida al mundo fue corregir lo que se estaba haciendo mal en nombre de la religión y a enseñar, con su manera de vivir y con sus palabras, cómo funciona el espíritu. Es evidente que una de las enseñanzas más fundamentales que mostró con su manera de vivir fue la importancia del trabajo y, concretamente, del trabajo de artesano, hecho con conocimiento, cuidado y arte. Hubiera podido vivir de los altares y de la fama de sabio que adquirió desde muy joven, como hacían muchos, pero, no sólo no lo hizo, sino que se mostró opuesto a esas prácticas y parece haber vivido de lo que ganaba con su trabajo y seguramente de sus ahorros, puesto que no hay el mínimo indicio de que anduviera pidiendo dinero y exigiendo que lo mantuviesen, como hacen sus Iglesias, ni siquiera en los últimos años cuando salió, en circunstancias arduas y fatigosas, a enseñar a quien quisiera escuchar.  A una mujer no le habrían permitido enseñar, ni en los templos ni fuera de ellos y, si sabía que esas enseñanzas provocarían la ira y el temor de la sociedad establecida y de las autoridades religiosas de aquel tiempo, como lo provocaría si enseñase en los de ahora, y que lo perseguirían, torturarían y matarían, no podía querer ese maltrato para una mujer, a la que habrían humillado mucho más aún que a un varón. ¿Qué los apóstoles fueron todos varones? A los apóstoles los mandó a enseñar por el mundo adelante como lo que hoy llamaríamos misioneros. Una mujer de aquellos tiempos no habría ni podido  empezar esa misión, porque, en cuanto hubiese salido de su casa sin la protección de los hombres de la familia, la habrían apedreado, matado y desde luego violado.

La Iglesia católica tendría que explicar por qué no permite que las mujeres sean sacerdotes y por qué impone el celibato. Si es por ¨tradición¨, dado que lo que hizo Cristo fue explicar que mucho de lo que se había convertido en tradición estaba errado y no respondía a la verdad, el cristianismo debería hacer lo mismo y rechazar tradiciones falsas e injustas. Si lo que cree la Iglesia es que las mujeres no pueden ser sacerdotes porque son inferiores natas, o carecen de espiritualidad, o no tienen alma ni cerebro, o porque son terrenales y sucias, tendría que decirlo. Y si cree que los sacerdotes deberán ser célibes para no contagiarse de la suciedad de las mujeres, que lo digan también. El celibato tiene sentido en los monjes o en cualquiera que lo elija y quiera llevar una vida retirada, pero los sacerdotes tienen que actuar en el mundo y el celibato  impide que comprendan la sociedad en la que están. Nada puede haber más absurdo e impositivo que ver a unos eclesiásticos pontificando sobre el matrimonio y entrometiéndose en cómo deben funcionar las familias cuando la falta de experiencia los hace por fuerza ineptos, incompetentes e incapaces de orientar en esos asuntos.

La Iglesia no sólo daña a las mujeres al dejarlas fuera del cristianismo, sino que daña a la sociedad al privarla de lo que podrían hacer las mujeres que se dedicasen al sacerdocio y los hombres que quisieran ser sacerdotes pero no pueden por tener que abstenerse del matrimonio. Si la Iglesia no justifica su política de discriminación contra la mujer, habría que pensar que lo que quiere es que haya una reserva de varones que se entienden entre ellos sin que las mujeres les estropeen la fiesta y que prefieren un mundo en el que las mujeres no sean visibles y no cuenten para nada. Y tendría que demostrar que esa actitud responde a lo que debiera ser el cristianismo.

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