Donde estamos

Estamos en el siglo XXI y entrando ya en esa tercera década en la que suele empezar a verse lo que luego será el tema principal de los cien años. De momento, lo que se ve cada vez más claro es que estamos viviendo las consecuencias de todo lo que ocurrió en el siglo anterior, por lo que, para saber dónde estamos, convendría analizar qué fue lo que sucedió y qué es lo que se podría aprender de ese pasado para entender el presente y construir el futuro.

En el terreno de la política y de las ideas, lo que salta a la vista del siglo pasado es la gran división entre la izquierda y la derecha, entre el comunismo y el capitalismo. El mundo se dividió en dos bloques regidos por esas dos ideologías, una basada en la libertad y centrada en el individuo y lo privado, y otra basada en la justicia y centrada en el Estado y lo público. Las dos prometieron el paraíso, pero, por lo que se está viendo, llevaron al mundo en el que estamos ahora, sin esperanza, a la deriva y organizado para que unos pocos puedan aprovecharse al máximo de los demás. No cabe duda de que las dos ideologías fracasaron. ¿Por qué? Porque la libertad y la justicia tienen que ir juntas y, si se aniquila una en nombre de la otra, ninguna de las dos funciona.

La división, más aparente que real, entre el bloque comunista y el capitalista, sirvió para hacer guerras, sembrar miedo y establecer dictaduras de derecha y de izquierda, crueles y sanguinarias, pero bien vistas y defendidas por los del bando de cada una de ellas. Los de izquierda admiraban lo que creían que ocurría en los países comunistas y pensaban que la tiranía, el encarnizamiento y el atropello no importaban si se imponía la gran verdad que resolvería todos los problemas de una vez. Y los de derechas veían bien que se impusiese el orden indiscutible de origen divino con torturas, persecuciones y matanzas. ¿En qué se distinguió todo eso de las guerras religiosas de siglos anteriores? En nada, porque fueron guerras entre buenos y malos, de imposición del Bien y aniquilamiento del Mal. ¿Quién ganó con todo ello? Los de siempre, las oligarquías sociales y económicas que hicieron ejércitos de esclavos para que las sirviesen a ellas. ¿Cómo se consiguió? Con el miedo, la crisis continua, la falta de trabajo, la información engañosa y la retórica sentimental. Se ahogaron las facultades intelectuales con estudios dirigidos a hacer mentes crédulas y aletargadas y se manejó el sentimiento para hacerlo vacuo, tonto y adorador del vivir lujoso y sin sentido.

¿Sabría alguien en estos momentos decir en qué se distinguen en la práctica la derecha y la izquierda? Son tan autoritarias la una como la otra y las dos tienen catecismos cada vez más reducidos y concentrados en asuntos ¨morales¨ que no debieran meterse en la política. Ser partidario o no del aborto no tiene nada que ver con la derecha o la izquierda, y lo único que se consigue haciéndolo símbolo y etiqueta de si se está en un lado o en el otro es que no se pueda tratar el asunto con libertad y que esté sometido a censura y convertido en arma que usan los dos bandos para ganar la partida y demostrar que son ellos los puros y virtuosos, sin importarles para nada el fondo de la cuestión. Si la derecha consigue que sólo se publiquen libros que no valen nada pero se venden porque ofrecen sexo y cotilleo, y la izquierda aplica la censura y no deja que se publique nada que no esté de acuerdo con su catecismo, el resultado es que las dos empobrecen el mundo y lo dejan sin cultura. La derecha utiliza el poder económico para manejar la información como conviene a los ricos y poderosos. La izquierda dicta lo que está bien y lo que está mal,  convencida de que hablar en nombre de los de abajo le otorga superioridad moral, y actúa como el clero más rancio y represivo.

Lo que prueba la historia del siglo pasado es que la libertad sin justicia, que es lo que se practicó en el mundo capitalista, lleva a que unos tengan toda la libertad posible para atropellar a los demás y dejarlos sin nada. Y la justicia sin libertad que se predicó en el mundo comunista encarceló a todos y los convirtió en autómatas al servicio de los déspotas que los sometieron.

El mundo estuvo siempre regido por dictaduras que trataron a mujeres y hombres como menores de edad insignificantes y necesitados de la doma y tutela que ejercieron las autoridades familiares, políticas y religiosas.  Si a eso se añade que la mitad de la humanidad, que son las mujeres, fueron tratadas como más menores de edad aún que los hombres, nada tiene de raro que todo funcione tan mal y que la sociedad humana esté encogida y desalentada. Las dictaduras infantilizaron a la humanidad y la aborregaron. Pero cambiar los gobiernos no basta para salir de ellas, porque, si no se sale de la infantilización y el gusto por dejarse mandar y no tener que pensar ni responsabilizarse que crean, lo único que se consigue es cambiar unas dictaduras por otras y que todo siga igual. Podría ser tarea del siglo XXI tratar de poner en práctica la libertad y la justicia juntas, lo que nunca será fácil porque habrá que observar y corregir en todo momento para no caer de un lado o del otro, pero hacerlo sacaría al mundo de la destrucción e infelicidad que causaron la dominación y el abuso.

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