Partidos políticos y democracia

En la dictadura no hay oposición: unos mandan, otros obedecen y los gobernantes son como dioses que lo saben todo y no pueden equivocarse, superiores con derecho a mandar en los inferiores.

En la democracia, el mando y la toma de decisiones son del pueblo, entendiendo por pueblo todos los que forman una nación, los de arriba, los de abajo y los del medio. ¿Cómo hacerlo? En los sistemas democráticos que surgieron se supone que los partidos políticos representan a los votantes, pero ¿qué sucede si no los representan y funcionan como si fueran reyes o señores feudales que sólo quieren ganar elecciones para el propio partido, no para el pueblo?

Cuando, como ahora, en los países democráticos los partidos políticos están de acuerdo en todo aunque digan lo contrario, y cuando en las cuestiones fundamentales hay un consenso entre ellos que los lleva a querer y defender lo mismo, no puede haber democracia.  Para que la haya es esencial que nadie tenga dominio excesivo. En las democracias actuales los partidos políticos tienen demasiado poder y el pueblo demasiado poco.

¿Cuál tendría que ser el objetivo de los partidos políticos? ¿Imponer una ideología que ofrezca la solución a todos los males y que en la práctica no solucione nada? ¿Tutelar a los ciudadanos y dictarles lo que tienen que pensar, decir y hacer? Engañarlos con promesas que no van a cumplir? ¿Impedir que haya libertad de expresión para que nadie pueda decir lo contrario de lo que ellos dicen? ¿Usar el poder que les dan los votantes para favorecer a las élites? ¿Robar con impuestos excesivos el dinero que ganan los que trabajan? ¿Vivir en el lujo y la demostración de poder y superioridad a costa de los contribuyentes? ¿Actuar con impunidad y sin rendir cuentas de lo que hacen? ¿Vivir de la política sin tener experiencia ni conocimiento de nada? 

Nunca llegó a conseguirse la democracia porque las élites se hicieron con el poder y trataron a la gente corriente como si fuera menor de edad precisada de que la tutelaran los superiores. Si en la democracia el pueblo es el que manda, ¿por qué no hay en los partidos políticos y en los gobiernos gente que no sea de las élites? ¿Por qué no hay agricultores, comerciantes, gentes de oficio, pensionistas, industriales, amas de casa, personas independientes que sepan de lo suyo y puedan hablar con conocimiento y experiencia de los temas que interesan a todos? Y es que las élites nunca entendieron que toda la creatividad que hubo en el mundo y lo llevó hacia adelante surgió de ese pueblo al que creen inferior e incapaz de pensar y sentir. La sociedad humana inventó, creó y adelantó, pero no fueron las élites las que lo hicieron, sino el pueblo, porque inventar y crear requiere trabajo y pasión, y lo que suelen buscar las élites es vivir a cuenta del trabajo de los demás y no hacer nada.

¿Será casualidad que los partidos políticos funcionen siempre unidos cuando se trata de imponer medidas dictatoriales que despojen de derechos a la gente corriente?  En las guerras, lo primero que hacen es privar de libertad a los ciudadanos para que nadie pueda decir o hacer nada que no sea lo que ellos dictan. En la pandemia del coronavirus se aliaron de inmediato para encarcelar a la población, silenciar a los científicos que disentían de los ¨expertos¨ y valerse del miedo y la mentira para someter al pueblo. Y, fueran de derechas o de izquierdas, no dudaron en firmar, a espaldas de los ciudadanos y sin su consentimiento, agendas de organizaciones internacionales que actúan sin legitimidad democrática y son centros de poder absoluto manejados por los países que más pagan. 

Prueba del poco respeto que sienten los partidos políticos por la democracia es el hecho de que casi todos ellos, con muy pocas excepciones, sometieran al pueblo a los dictados de un programa de la ONU dirigido a hundir la agricultura y la ganadería para que las grandes empresas puedan vender los alimentos artificiales y dañinos con que piensan hacer enormes fortunas sin que nada se les oponga.  Los partidos políticos tendrían que preguntarse si aprecian la democracia de la que viven o si son como esas jerarquías eclesiásticas que viven de la religión y no creen en ella.

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