El estado de bienestar fue un gran acto de creación contra corriente, el único quizá que hubo en política, donde lo que impera es la repetición, el remiendo precario y la solución a corto plazo. Respondió a pensar que había que hacer algo para combatir los grandes males de la sociedad y a que, si era posible organizarse para la guerra, debiera ser también posible organizarse para la paz.
En Inglaterra, donde se inició el estado de bienestar en gran escala, la idea pareció absurda e inviable: ¿cómo iban a tener derecho a tratamiento médico ¨gratis¨ todos los habitantes del país? La profesión médica se opuso con fuerza, pero se logró convencerla y negociar con ella. La administración de semejante empresa a escala nacional parecía imposible, pero se hizo, y los beneficios fueron tan obvios para el país y sus habitantes que se fue copiando más o menos en muchos países de Europa hasta que se convirtió, como se está viendo ahora, en lo que caracteriza a la cultura europea frente a las otras y sobre todo a la estadounidense.
En cuanto empezó a funcionar la seguridad sanitaria nacional, el National Health Service, se descubrió que era mejor para todos, y un gran alivio, que no hubiese que arruinarse para pagar asistencia médica o que perder la salud por no poder pagarla, y que la gente pudiese ir al oculista en vez de quedar ciega o casi ciega y tener que usar el fondo de las botellas como lupa para poder leer algo, y que el que la salud de todos mejorase y se pudiese hacer medicina preventiva e investigativa era bueno para el país en general.
El estado de bienestar proporciona seguridad, y eso es lo que no quieren las elites que gobiernan el mundo, que saben que la inseguridad, la precariedad y el miedo son fundamentales para que nadie se les oponga. En estas últimas décadas la política consistió en desmantelar todo lo que pudiese dar seguridad y fomentar todo lo que pudiese sembrar el miedo, para que nadie se creyese con derecho a nada. Las elites siempre se guiaron por el principio de que ¨cuanto más se les da, más piden y exigen¨, por lo que no hay que dar nada. Y ese principio es el que rige por detrás de toda la retórica y de las cuentas mal hechas que se presentan para destruir toda posibilidad de que alguien se crea con derecho a nada.
En el fondo es una cuestión de qué es lo que quiere una nación. ¿Es mejor dedicar el dinero a la guerra, fomentar el tráfico de armas y que cada cual se arregle como pueda en un mundo en el que sólo se pueda aspirar a sobrevivir y en el que para vivir bien haya que pisar a los demás, o es mejor dedicarlo a que se pueda vivir con tranquilidad e independencia?
Octubre de 2013